El edificio pertenece a la congregación religiosa los misioneros de la Consolata. Desde el 1 de julio de 2012, las asociaciones Dual, Punto Omega y Lakoma, llevan la residencia. (Fotos: Madrid, 2012)
El salón comedor. En las mesas se sientan a las 8 horas, a las 14 y a las 21, en cada comida, todos los residentes: gente sin techo, exdrogodependientes y enfermos mentales "controlados". Los sofás y la televisión conforman la sala común. (Fotos: Madrid, 2012)
La cocina. Los usuarios que quieran todas las comidas, deben pagar otros 100 euros al mes sobre el alquiler. La cocinera, junto con otros 5 educadores que se reparten por turnos, son el personal que se hace cargo de que todo funcione. (Fotos: Madrid, 2012)
El edificio pertenece a la congregación religiosa los misioneros de la Consolata. Desde el 1 de julio de 2012, las asociaciones Dual, Punto Omega y Lakoma, llevan la residencia. (Fotos: Madrid, 2012)
Convivir con extraños
El despertador de Jorge Contini suena a las 7 de la mañana, como todos los días. No lo hace para ir a trabajar. Es sábado 10 de noviembre de 2012 aunque, si fuese lunes o martes, tampoco influiría. Madruga porque en La Ventilla, la residencia para personas en peligro de exclusión social en donde vive, tiene un estricto horario. Si no, no hay desayuno. Y Contini, argentino de 57 años, ya ha perdido muchas comidas desde que el 21 de enero de 2012 le desahuciaron. Por I.M.
Antes de la crisis, Jorge actuó en obras de teatro. Hizo talleres de improvisación. Monólogos. Este 10 de noviembre de 2012, el público al que se enfrenta es muy diferente: sus compañeros de residencia. Ha preparado dos piezas de 10 minutos cada una. Poco antes de empezar sale a fumar. Aunque intenta ocultarlo, está un poco nervioso. Bromea con algunos compañeros. Todos están expectantes y, a las 18 horas, acuden el salón. Un fluorescente titila con un suave sonido de acompañamiento —plin, plin, plin—.
El monólogo de Jorge