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De una vida cómoda a un infierno

Áurea Matesanz pasa las noches de otoño de 2012 en casas de amigas o de su madre. Lleva así desde que el año pasado la desahuciaron. Antes también acudía en ocasiones a la plaza de Celenque, en compañía de otros que cuentan historias de vidas que se vinieron abajo como la de ella, hasta que les desalojaron en febrero.

 

Una separación matrimonial en 1999, tres hijos, un chalet en Villaviciosa de Odón, no sentir la necesidad de trabajar. Un desahucio en 2012, pérdida de los tres hijos, un trastero por 166 € al mes y jornadas de diez o hasta doce horas. Trece años separan estas dos orillas escarpadas por el furioso río de la vida de Áurea. Desde los apacibles 46 años a los turbulentos 59. Áurea se siente «engañada, burlada y estafada». Siempre creyó que la casa de protección oficial en la que vivía acabaría siendo de su propiedad, pero se equivocaba. Los ahorros han ido a parar al bolsillo de abogados y procuradores.                                                       Por J.L.G.

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