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Cada dos miércoles, la familia acude a la delegación de Cáritas en Colmenar de Oreja que les proporciona un carro de la compra básico. Vienen alimentos y productos de aseo. A cambio, el matrimonio colabora en todo lo que puede con esta organización. Ángel Luis, de hecho, acude una vez al mes a Móstoles con su furgoneta para traer desde allí un porte de comida. Los responsables de Cáritas le dan 50 euros por ese servicio.


Los Servicios Sociales de Colmenar de Oreja también ayudan. Les pagan los libros de texto de los niños, o las facturas de luz y agua. Los amigos, cómo no, son otra fuente de apoyo. Unos les regalan una garrafa de aceite, otros acuden cada semana a que Marcia les corte el pelo.


Además, la familia vende los productos que les quedan de cuando estaba abierta la peluquería. Eso y los centros de flores que Marcia hace con mucho sacrificio, tiene unas manos muy delicadas. Ha sido operada de ellas en cinco ocasiones y está pendiente de pasar por un tribunal médico para que al menos le otorguen una pensión por invalidez.

La supervivencia de una familia

Mucho más unidos 

 

«Lo que estamos viviendo no se lo deseo ni a mi peor enemigo», reflexiona el cabeza de familia. Desde que empezara la crisis, a Ángel Luis tan solo le han salido chapuzas sueltas y un verano fue el encargado de la taquilla en la piscina municipal. Un puesto, este último, que el Ayuntamiento de Colmenar de Oreja adjudica en función de la renta familiar.

Marcia admite que el desahucio le ha vuelto «más egoísta y desconfiada», antes de revelar que en cierta manera también se siente un poco culpable. Hasta que pidieron el crédito en 2004, su marido nunca había tenido una vivienda en propiedad. Por ese motivo ella le animó a que pidieran la hipoteca. Eso sí, la pareja coincide en que lo único positivo es que se han unido mucho más.


Desde hace un tiempo, Marcia esta decidida a volverse a su país, Ecuador. Trata de convencer a su marido, que de momento no se decide a dejar la tierra que le vio nacer. Ángel Luis aún guarda esperanzas en que la situación mejore y encuentre un trabajo. Dos hermanos de Marcia también vinieron a España a probar suerte, pero al comenzar la crisis regresaron a Sudamérica. Allí, dice, uno de ellos ha montado un restaurante y las cosas le van bien. «En Ecuador hay una cultura diferente a la española. Nos ayudamos más entre nosotros. En Quito nunca te faltará un plato de comida sobre la mesa», afirma.

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